Escritor argentino, radicado en Francia; cigarro puesto siempre. Traductor de Poe y dueño de una de las obras más sólidas de la narrativa latinoamericana y quien, junto con otros, logró ese llamado Boom, un efecto de explosión editorial que logró que el mundo lograra ver hacia el sur, hacia la América Hispánica. En el verano de 1980, Cortázar estuvo 53 días en Zihuatanejo. No solo disfrutó de las playas y la calidez de los costeños, sino que le dedicó uno de sus libros más raros: Cuaderno de Zihuatanejo. En Flecha Roja creemos que, mínimamente, en reciprocidad por haber dedicado un libro, el municipio debería llamarse Zihuatanejo de Cortázar. No es por menospreciar los méritos de José Azueta (la infinidad de monumentos en honor al militar acapulqueño, erguidos a lo largo y ancho de México, dan cuenta de su heroísmo), es solo que Guerrero, y el municipio en cuestión, se han olvidado de responder al generoso homenaje que dedicó Cortázar a estas tierras.
Cuaderno de Zihuatanejo*
“La regla del juego no es que se diga o se intente decir todo lo que en Zihuatanejo traen las noches, pero en cambio que no se deje de decir nada de lo que por una razón u otra pueda parecer significativo, la cabeza de Ramón Novarro y esta mañana nada menos que Ángel Basile. Uno se pregunta si estar a orillas del océano casi siempre fragoroso (her sepulchre by the sounding sea, creo que era así y si no era juro que no lo corregiré más adelante porque E. A. P. me lo perdonará desde tanto amor que nos tenemos), Ruiz se pregunta si el gruñido nocturno de la playa, la arritmia de las olas rompiendo sobre la arena, no suscitan esta otra pesca milagrosa, estos bichos de profundidad como ahora don Ángel Basile of all people sin hablar de Novarro y algunos finalmente desechados porque no alcanzaban a ectoplasmarse lo bastante, ráfagas de nombre y caras (no siempre coincidentes) y ya otra cosa.
Oh sí, se dice Ruiz que todo se lo dice con abundancia de ohs y ahs, criatura enfática si la hay, debe ser el mar, debe ser la luna actuando sobre el mar y sus sicigias y reflujos, su vocabulario marítimo es impreciso porque Verne y Salgari están tan atrás como Novarro y Ángel Basile, debe ser la luna que actúa sobre el mar y el mar pacífico que actúa sobre mi respiración que trata de imitar la arritmia de las olas durante el sueño, mimetismo hipnótico como hubiera afirmado Camille Flammarion en esos lejanos tiempos, y entonces las texturas oníricas empiezan poco a poco a repetir ritmos y los arritmos del mar, empiezan a aflorar los peces abisales, los grandes fosforescentes ciegos, la cabeza de Ramón Novarro, la cara cuarenta y ( ) años perfectamente olvidada de don Ángel Basile, profesor de historia.
La memoria tiene algo de pegajoso: a un pez de la noche que tiene aquí su lugar escogido como pre-texto, que forma parte del gran juego de Zihuatanejo. inevitablemente se adhieren (cual rémora, dijo la señora de Frumento) otras similitudes amigas (cual dijo Paul Valéry), y para peor el texto atrae a su vez y en este mismo segundo sus análogos, sus paredros, sus vicarios, sus parásitos (sus Foma Fomich, cual lo viera Dostoievski):aunque Ruiz corre sobre la Hermes como Leguisamo sobre Horizonte en la segunda carrera de Palermo, lo mismo apenas ha petrificado la fórmula “gran juego de Zihuatanejo” le salta en la memoria algo que no tiene nada que ver pero que se pega por razones de ritual, de fiesta ceremonial, y que en El fantasma de la ópera (que remite otra vez a Novarro) se llamaba “Las horas de rosa de Mazenderan”, versión jamás explicitada por Gaston Leroux de lo que Octave Mirbeau explicitaría acaso un poco demasiado en Le jardín des supplices.
¿Usted todavía está leyendo esto, aguantando esto? Si es mi derecho escribirlo porque me hace bien y sobre todo me parece bien, usted en cambio (no es necesario terminar la frase, quizá tres cuartas partes de las frases de la literatura podrían haberse cortado sin pérdida, muy al contrario porque entonces el inteligente lector (corte).”
*Fragmento del libro Cuaderno de Zihuatanejo. Ante la imposibilidad de tener un ejemplar de este libro, el equipo de Flecha Roja se dedicó a rastrear una copia digital. La compartimos con el único fin de divulgar y disfrutar de una obra que ha circulado poco, puesto que se trató de una edición no venal, que se obsequió a familiares y amigos del autor. Si alguna persona resultara afectada de alguna manera, favor de comunicarse a la Gerencia.

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