Ángel Vargas

Foto: Nede Moguel

Acapulco, 1989

Tiene ese porte de efebo renacentista que guarda esa gracia sensual y cautivadora, en el fondo, con cierta malicia y encanto. Su poesía tiene ese candor, entre sensual, tierna y pícara. Es un dandy poético, elegante y transgresor. Es un costeño cosmopolita, que gusta de los encantos de y desde la gracia, es un avant garden. Su poesía no pertenece a un territorio geográfico, él tampoco, siempre se ve cómodo en el lugar en el que se encuentra.

Muestra de obra


El genio de la lámpara está muerto


Encontraron sus huesos

en posición fetal.

No sabemos si murió con dolor,

si le llegó en el sueño

la quietud a su válvula tricúspide;

no sabemos

si tenía corazón;

ignoramos casi toda su anatomía de genio;

pero un mal día

no respondió

al frotamiento de su casa metálica.

Dicen que se dejó morir

como un viejo

que al perder a su amante

se abandona,

que fue un asesinato

o un ajuste de cuentas.

No sé;

yo creo

que alguien tuvo piedad

y le deseó

la muerte.


También eso era

tu propio cuerpo, extraño

camino que conduce

directamente al miedo

  Olvido García Valdés

Hay modos distintos

de nombrar

la materia en que ardemos

la carne llega siempre

pero llega

gastada

miedo

de que pasara el tiempo

encima de nosotros

con su rodada enorme

exacta

hasta desmantelarnos

también eso era

me digo

los años que estuvimos

orbitando

hasta colisionar

y después

darnos cuenta

fallamos

nunca fuimos

el uno para el otro

acaso

insuficientes

pero igual

nuestra carne llegó

sin miedo a los derrumbes

y eso era también

otra forma

de que el amor

sobreviviera.



Deslealtad

Resguardo la biblioteca de un amigo.

Mientras se muda,

leo cada uno de los tomos

hasta asignarles un sitio

entre los libros que sí compré

y veo cómo algo se va reorganizando

cuando nos apropiamos

de lo ajeno. ¿O será

que las cosas

van tomando su lugar

en nosotros?

Observo los estantes

cada día con menos extrañeza,

algo de deslealtad

que prefiero no ver,

como si cada ejemplar

reconociera

la presión

de mis dedos,

la suciedad

que dejo sin querer

en lo prestado,

y sé que poco a poco

olvidan

a mi amigo.

¿Y cómo están mis libros?,

¿no se han vuelto un estorbo?     Dice

pronto

iré por ellos.

Guardo silencio.

Cómo explicarle

            que ya no

                       lo necesitamos.




El mejor poeta de su generación


Tiene el talento de agotar

ejemplares, encabeza la lista

de los mejores libros,

acepta sólo una de cada tres

invitaciones a eventos literarios

donde lee poemas que celebran

desde hace cuatro décadas.

Y cuando le preguntan

por el estado de la poesía joven,

atina a contestar que goza

de impecable salud,

que no se atreve

a apostar por nadie,

pero confía. Se trata

de resistir, concluye.

El mejor poeta de su generación

se cuida del panfleto,

del poema amoroso

y del golpe

de acentuación;

padece alguna

hipocondría textual.

Pero en casa,

más allá de su ámbito letrado,

tiene poca injerencia.

El poeta no sabe descalzarse

de su yo de poeta;

tiene dificultades 

en la vida

doméstica:

escribirá de todos

sus errores

en la fontanería,

de la torpeza

al cambiar la bombilla

incandescente, los hechos

cotidianos que lo dejan

al borde del colapso,

aunque dirá que no

se trata de poesía

autobiográfica,

que ahora solo le interesa

el lenguaje,

la impersonalidad,

que no todo es metáfora de algo.


Efecto Tyndall


Escribimos poemas

      de la luz

y de la transparencia,

como si hubiera algo

que agregar a la teoría científica.

No entendemos por qué

pero es una obsesión

muy de poetas           Aunque no hay

suficiente misterio

hoy en día,

conocemos mucho de los fenómenos

luminiscentes: el sueño coloidal

de las partículas

que atraviesan ventanas,

o aquel embrión de luz

que explicó alguna tarde

un profesor de física

ante un grupo de jóvenes

apáticos, la luz crucificándose

al tronco funerario de la tarde,

o la luz muerta de las estrellas muertas

desde universos tal vez

agonizantes                Sabemos

que hay mucha claridad

y que nos llegan

cadáveres de luz

para inhumarse,

aunque no estoy seguro

de que el poema

tenga que ser

su cementerio.

Escriben los exnovios


por lo demás

  ya casi

   he olvidado

la vida va

aunque siempre

      el después

ese animal

que nunca

está quieto

creías que no hay opción

pero al cuerpo

le basta

otro estallido

para volver

a abrirse.

 Vindicare

y el hueso del amor

tan roído y tan duro 

Blanca Varela

Los hombres que doblaban mi edad

y que toqué a los veinte

vuelven para mirarme

como a uno de los suyos

desanudan

el tacto

los papeles se invierten

y el gozo nos consume

el tejido de grasa de la piel

y nos acerca

al hueso

ahora

los jóvenes me buscan

para doblar sus bordes

mientras piensan en el amor

como una consecuencia

de la edad

y en el cuerpo

como un estandarte

para llevar al frente

de sus propias batallas

como si yo tuviera

algún conocimiento

vital y novedoso

como si algo hubiera ganado

con los años

y no solo la carne

amarrada a los huesos

casi sin dignidad

que se resiste

a ser

una revancha.

Huéspedes

No olvidéis la hospitalidad, que por ella algunos,

sin saberlo, hospedaron ángeles

Hebreos 13:2

llegaron

con sus lenguas

se instalaron

junto a todo lo lento

y cerrado

que era nuestro

cuerpo servido

a la mesa

de las degustaciones

lengua para escaldar

a los que añoran piel

saciaron

con lentitud

y abrieron

nuestros sellos

y se fueron

metiendo

hasta ocuparnos

con su músculo y todo

de forma maratónica

hasta el amanecer

hasta la rotación

de la casa

y el cuerpo

y no pudimos

correrlos

por no faltar

bíblicamente

insinuar

ya es muy tarde

trabajamos

mañana

y aquí siguen

su carne

metiéndose

en la carne

no

no hemos podido

decirles

que se vayan.

A young homeless man


No se podría decir

que la intemperie

le regaló

           la noche

                 y las constelaciones

que la calle

lo despojó de algo

que una casa se fue

desdibujando

hasta desmantelarse

y quedar sin paredes

como en medio de un mundo

donde alguien ha encendido

de pronto

               toda la luz

da envidia

la belleza

que no puede mirarse

en un espejo

para guardar

su antes

lo imagino desnudo

baja una regadera

estrellas que cayeron

desde su oscuridad

al cuerpo

disueltas

por el agua

                  caliente

no cabría en ningún sitio

alguien

con tanto mundo


extiendo

un cigarrillo

dos monedas

y siento que he pagado

para mirar los ojos

donde nada se ha roto

todavía.

De Antibiótica (2019)