Erik Escobedo

México, DF, 1975

Chilango guerrerense, una mezcla explosiva, como cuando revuelves mezcal con cerveza y Tonayán. Tiene algo de poeta maldito y romántico. Es un boxeador de sombra, el sparring perfecto de la vida. Escribe poesía, cuento y guiones de cine.

Muestra de obra


¿Revolución?

No sé cómo hacer una revolución y esta ignorancia me angustia y no me deja reposar. Pienso en ello mientras doy tres pasos hacia delante y tres pasos hacia atrás.

Lo único que me distrae es la figura de Catalina.

El sol ilumina su perfil derecho. La belleza de sus rasgos me violenta.

Uno, dos, tres, hacia delante;  uno, dos, tres, hacia atrás; uno, dos, tres, hacia delante;  uno, dos, tres, hacia atrás…

VII

Cuando cumplí ocho años mataron a mi madre. Recuerdo que la policía nos entregó su cuerpo dentro de una bolsa negra.

Recuerdo el olor a cempasúchil, nardo y nube. Los colores amarillo, lila y blanco, por todas partes. El sabor a suero de mis lágrimas.

Recuerdo a una multitud curioseando alrededor de la caja de pino que contenía los pedazos de mamá. Todos perturbándome.

Mis venas se exaltaron. Mi rostro se matizó con colores rojizos y mis ojos se desorbitaron.

Jamás recuperé mi cara de niño.

XVII

Catalina ha llamado a esta generación La sociedad de los monos simuladores. Monos que ostentan un bienestar falso. Transitan con una máscara de  indiferencia; tienen un juego de máscaras para cada ocasión. Se apartan de la realidad, tienden a deformarla.

¡Esta será la revolución de las mujeres y de los niños! Grita Shima, allá a lo lejos, interrumpiendo mi soliloquio.

Catalina en todas sus andanzas por el país se ha sentido apaleada por el sistema.

XXI

Me sigue preocupando Shima, lleva días viviendo en las ramas del amate. Pienso que se quiere volver pájaro, no mono.

Ya no grita, gorjea, no para de hacerlo.

Creo que Shima ha empezado una guerra sin nosotros.

La paranoia está presente. En este momento somos vulnerables. Momento de tomar nuestras propias decisiones u otros las tomarán por nosotros.

Catalina no sabe nada. ¿O será que lo sabe todo?

Uno dos tres hacia delante, uno dos tres hacia atrás…

Días malditos

[De mí depende no abundar en mis ideas, no creer que soy más sabio que todo el mundo; de mí depende no cambiar de sentimiento, sino desconfiar del mío. Eso es lo que puedo hacer, y eso es lo que hago. Si algunas veces adopto el tono afirmativo no es para imponérselo al lector, sino para hablar como pienso. ¿Por qué propondría en forma de duda algo de lo que, en mis adentros, estoy seguro? Digo exactamente lo que pasa por mi cabeza.]

Jean-Jacques Rousseau, Emilio, o de la educación

Tienes un apartamento.

Has recibido a familiares. Les haces saber que ya superaste lo del doce de diciembre de dos mil once, que te sientes bien y renovada aunque sabes que no es así. El miedo y la indignación se volvieron a apoderar de ti la noche del  veintiséis  de septiembre de dos mil catorce: estudiantes acribillados, desollados y desaparecidos en  Iguala, Guerrero, México.

Las marchas te desahogaban y no te sentías sola. Y cada vez entendías más la naturaleza de la gente que hacía retumbar con sus voces y pasos firmes a conciencias aletargadas.

Te gritaron ¡terrorista! Ignorando lo que es un terrorista. Ignorando muchas razones te gritaron: ¡vándala! Mientras bandoleros hacían proselitismo para obtener el poder.

Pero te sentías con ánimos y capaz de abogar por ti misma.