Lauri García Dueñas

El Salvador, 1980

Nació en el año fantástico de 1980. Tiene la cara redonda y dejó atrás un país tropical y difícil para vivir en Acapulco que no es precisamente el lugar más ordenado y seguro del mundo. Escribe poemas, da clases, resiste el sol y la intemperie.

Muestra de obra


Noche cerrada

Cae cansada la princesa jinetera

sacudiéndose el moho

cae por la barra show del reloj inquieto,

bamboleando los glúteos sonoros y perversos,

suenan las ambulancias allá afuera,

entre putas y secuestros,

con violencia,

mueve las caderas andrajosas,

la noche cerrada

se para en el atril circunspecto de las máscaras y los perros.

En su baile frenético,

los hombres en directo buscan su sexo

para besar la miel de las esferas

pero ella no para,

totalmente dueña de su cuerpo,

la noche agitada

cede a los tropeles de su vientre

lo expande todo

ataca

ataca

la página roja deshecha de pétalos

explota

explota.

Al final,

la noche rellena de pieles sudorosas

de miradas lascivas

de hombres ciegos

de mujeres sordas

se rasga por completo las ropas:

la ninfa pegajosa se clava puñales

ella sola. 

De La primavera se amotina, Ediciones El Cuervo, El Salvador, (2005)

Mi hermano

Yo nunca necesité un superhéroe de capa roja y estrellas amarillas

porque tenía a mi hermano

supongo que algunos tuvieron que comprar en la universidad

un póster del Che

yo no

porque tengo a mi hermano.

Azar molecular del destino

habitó mi misma casa

era flacucho y audaz

mas nadie sospechaba que

podía encumbrar piscuchas y romper todas las tejas

hacer volar con cuetes las cañerías de rabiosos vecinos

bajar las guayabas más altas del guayabar

surtir de pepetos a sus amigos ingratos

que lo dejaban arriba del palo, cuando él, generoso,

ya se los había aventado todos.

Como si fuera poco,

le quitaban los plátanos de la canasta verde

con la que lo mandaban a la tienda hasta dos veces

él siempre le hizo caso a mi mamá.

En arrebatos egoístas, mi hermano

escondía los pasquines en el cielo falso de su cuarto

o me reventaba la nariz por no dormir la siesta

pero después (porque los superhéroes sufren de culpa y ternura)

me pintaba todos los carteles para el colegio

y me dibujaba cuentos solo para mí.

Y así,

pasaron los años ridículos de nuestra infancia.

Mi hermano se metió a la guerrilla

se enamoró joven

coleccionó lentes oscuros

tuvo miedo

un día se fue hasta el final

me quedó en los ojos cuando cruzó la esquina

y le prendí una vela roja a toda su vida

para que no lo mataran los hombres que no entienden

que los héroes son siempre los más pequeños.

Mi hermano volvió

porque siempre pudo volver

se emborrachó en los bares

se volvió a enamorar

tuvo hijos

y por fin

conoció a la mujer que ama.

Él me salvó de mí misma varias veces

por eso

yo nunca necesité un superhéroe de capa roja y estrellas amarillas

porque tenía a mi hermano

supongo que algunos tuvieron que comprar en la universidad

un póster del Che

yo no

porque tengo a mi hermano.

De Antología de Las Poetas del Megáfono, Raíz y Tumba, México, (2008)

Carta de Ulises a Penélope hecha Martina

Mátame de azar

seamos una peste de flores

hagámonos crestas inolvidables sobre los barrotes

que donde sea nos llegue la eternidad

estemos siempre unidos

desata de tus pechos las corolas

ahógame en tu texto tenue de luz

que ya he caminado demasiado

que de la inmensidad oigo el ruido

de tantos héroes cobardes hechos dioses.

En medio de esta enloquecida ciudad en ruinas,

no necesito más mentiras sino el puerto de tus ojos

que las venas de tu carne me abracen

que tus manos sean el fin de este vacío.

Suave muchacha, soy Ulises

el que solo escribirá tu nombre en una pequeña barca

que invadirá orgullosa la ondulada línea de los mares.

Si hay un dios que nos guarde;

no devores mi espíritu,

no mastiques mis anhelos en tu afán por quedarte sola,

amarrado el pelo frente a la ensenada,

perdida la mirada en el yerro de lo acaecido.

Si de mí tuviste mis manos limpias,

mis desvelos trémulos, todo el ánimo de mi alma,

no nos destruyas

que para eso existe el tiempo, la antigüedad de los libros,

todo el salitre acumulado en los galeones,

una bandada de pelícanos sin rumbo fijo,

el enojo del destino que insiste en destruir la voluntad de los vivos.

Amada, guárdate fiel para mi partida,

para mi retorno que sigue siendo el sino de los niños,

te prometo que ambos seguiremos unidos,

aunque todo el universo y este mar insistan en perpetuar mi viaje,

y yo, solo guarde en mi pecho, tu voz:

templo perfecto para no ahogarme en el olvido.

Volveré, amada prometida, soy Ulises,

volveré.

De Del mar es el ahogo, Praxis, México, (2011)

Saigón

De este lado

llueve.

A estas horas

¿huele Saigón a tierra mojada?

¿es la humedad un mar cenizo sobre el río?

¿los grillos vituperan el silencio y la luna es una mancha aperlada?

Una mujer habita el cuerpo de su amante hasta la muerte.

Hay búhos salvajes

verbos que se repiten

sustantivos que se vuelven dinamita

la soga de un barco penetra el puerto

lejos

un salón con trajes de gala

un baile en piano

piernas incrustándose en otras piernas

agujas

el olor de las ciudades es el mismo

el lenguaje es un vestido primaveral en sus bordes

pero hay

un rostro que cayó encendido

y carruajes y formas

y fumaderos de opio

erosión en las tierras de una madre.

El buzón espera una carta

el olvido tiene forma de añicos.

El sexo es un mástil que también habrá de dormirse.

Yacen,

dos cuerpos clavados en la cama.

Al otro lado, el ruido de la ciudad

triciclos

cláusulas sociales

luz de sol sobre las rejas.

Y en Saigón

¿las personas huelen a lo mismo?

¿hay descomposición en el tiempo?

¿el dinero es un escarnio que cambia de mano en mano?

Llueve

las hojas se pudren

hay lámparas de papel

los ídolos de los templos engullen sus lágrimas.

Los zancudos intentan penetrar los mosquiteros blancos de las camas

donde duermen muchachas desnudas.

Las aves nocturnas hacen temblar los árboles

y el horror chorrea en gotas.

Hay silencio en la casa grande,

el hermano hurga en los cajones.

Solo luz de las velas.

Un paraguas atravesó una hoja.

Los perros duermen su jauría.

Todos tenemos miedo.

En Saigón,

como en todas partes

los cuerpos de las mujeres contienen a sus amantes

hasta la muerte.

De Saigón, La Diéresis, México, (2012)

América (fragmento)

América: posesión entre los sobresaltos que nos llevan al norte

regresa completa al desierto que se descascara entre tormentas eléctricas

pensar que una pasión es irrepetible nos ata

tal vez sea el momento de desenterrar los pies

dejar en este mareo                en esta cosquilla íntima

lo que somos                          si somos algo

un monumento nacional que es la casa de los espantos

líneas disgregadas que marca el aire

luna de pedazos en visión aérea y amarilla

continente colección de callejones huesos

de alambres noches

documentación: innecesaria

imágenes: cuántas imágenes caben en tu cárcel

¿la tinta que necesitábamos?

la mancha

¿qué mancha?

por qué dicha denominación

los hoteles ya no me esperan como antes

estoy tratando de recuperar la química de mi humedad

para que los labios puedan avanzar

inteligible dice el padre de América

ininteligible digo yo con un vestido de largas mangas y cuello alto

el viaje no es la transportación

camisetas con imágenes de cerdos al norte del territorio

cruzar la línea

disgregarnos

decir palma de la mano

turbulencias

enfermedades del alma

voces que interrumpen el relato proponen algoritmos

algo-ritmo

no presumas del lenguaje

¿nos sobran los verbos americanistas?

nos sobran

esta es la escritura que necesito

este el viento agitado de los cielos que nos espera

y que ojalá nos coloque en tierra firme

en tierra firme los dedos

mientras

América flota de la mano de una banda de aeromozas con capitas moradas

dónde estás a estas horas

la música revienta sus propias bocinas

no estoy sola

lo estuve

no me cobijaste

no diste de comer al hambriento

no me brindaste el pan de tus manos

no me visitaste cuando estuve en la cárcel y te escribía

la vida es una cárcel             

qué grande es la vida

qué grande es nuestra cárcel, América

qué grande

escalofrío en las muñecas

cada paso de la enumeración caótica

el dictado lento y doloroso

la farsa de las fiestas infernales

la mueca de la infamia mordiéndonos la cara

su burla sobre el curso de las cosas sin dios

los equívocos del hombre que intenta mantenerse en pie y se cae

se cae

se desbarranca

flores amarillas disolviéndose

basurales como retratos de lunas

niñas con peluca

niños con peluca

cosmogonías del aire

gritos con ciudades

la lluvia arrasando con el lodo y las vacas

la vorágine

la línea de la costa preguntándose por tu boca

eternidades sin rienda

coposesión de semas

kilos de escritura que se están mordiendo las cabezas

tus lenguas me muerden, América

me desdoblan

un tren se ha detenido porque alguien           tal vez             se lanzó a las vías

no soportó más

porque pesa tanto                 la vida

cuece las vísceras                  la vida

nos parte en pedazos             la vida

nos place                                la vida

se nos ha metido adentro la vida, América

¿y cuántas vidas tienes en tu cárcel?

en las filas de los bancos para pagar lo imposible

lo que nos robaron a fuerza de centavos

¿y si grito como tú?

¿y si no soporto como tú?

¿y si suelto la agarradera de este texto insostenible?

De América, Kodama Cartonera, México, (2015)

I

Existe la muerte incolora

la dicha repentina que avanza y se cuela sin permiso

el susurro de los demás

la palabra que es palabra

a pesar de sí misma

a pesar de nacer en la derrota frente al silencio perfecto.

Esto de andar con el cuerpo y la carne a cuestas

esto de poner la cara linda cuando todo alrededor es derrota

esto de creer en la luz porque seguimos vivos haciendo fotosíntesis

despenicándonos

esto

todo esto                    todo este deseo

de que el Yo no sea un tirano y te exprima.

Espíritu, que vivís entre nosotros disfrazado de estatuas crucificadas y espinas.

Los niños no creen en la muerte

creen en largos lagos y otros continentes.

Salutaciones

por este silencio perfecto sin palabras ni imágenes.

El viaje no es la evasión

el número de ejemplares no le importa en lo más mínimo

a la masa áurea que significa el universo.

Solo existe este charco y esta mancha dentro de mis manos

el azogue del pálpito

entrar en una comprensión del pulso

de la minucia

del pan fresco y la tendencia del sonido a volverse campanas.

Solo existe este líquido entre goznes

este deseo de seguir abierta

volverme leche derramada

y como los niños

no creer en la muerte.

De Juegos Florales 2015: compilación de textos premiados,
Dirección de Publicaciones e Impresos, El Salvador, (2016)

Virginia y el pensamiento

Virginia no ha muerto

su boca es la hoja de un almendro rojo y redondo

su mano es el árbol aberrando tus pupilas

su lengua es el orden y el caos

la prisa el ojal del tiempo

una perdición-epifanía

nada siestas tragaluces

un grito táctil.

Nosotras, Virginia, no moriremos

la bruma habrá de cincelarnos la sien

hasta hacernos gritar las vísceras.

Crujirá la locura cuando miremos abajo

hacia una superficie transparente y blanca

llena de gusanos.

Tu pensamiento

mi pensamiento

no dependerá

jamás

del mundo y sus hombres.

La madre habrá tomado para sí toda la leche materna.

La mujer llorará las lágrimas nocturnas de sus hijos,

Y, de pronto, la luz que nos hará desaparecer a todos

dejará el mundo intacto y estaremos muertas

al lado de las hermanas Brontë

en un páramo salado.

Y seremos eternas, Virginia,

y de nosotras será la victoria.

De Atávica memoria, Virginia, Dirección de Publicaciones e Impresos, El Salvador, (2017)

Regar pájaros como heliotropos*

La mudez se convirtió en

tus ojos de espasmo.

Sería redundante hablar de la carne y la luz

o los pequeños ladridos del cuerpo que van

dibujándose en el aire antropófago.

Sí,

me gusta cantar,

sobre todo, al polen

para hacer de este texto

una bandera de significados

sin redención.

El recuerdo de tus ojeras como aerolitos remotos y abstractos

la robustez repentina de tu figura en mi límite

masticación/mis gestos/dices

El sudor empapeló el pañuelo rojo de aerogramas

las cicatrices devinieron en uñas en la espalda

al final: yacer sin energía

pero con toda la luz del trópico en la boca.

“Regar pájaros como heliotropos” en el balcón.

No hay ausencia posible.

Tomaré un autobús como un paracaídas

(si la vida no es lo que parece)

para que la devastación se vuelva

el temblor continuo de lo que se frota.

*Verso de Vicente Huidobro