Flor Venalonso Neri

Tierra Colorada, 1994

En su palabra fluye el desasosiego, el marasmo y la nostalgia, todo junto, como una crecida del río Omitlán. Hay algo oscuro en su mirada, como la sombra de las parotas en abril y los nubarrones en junio. Nunca voltea a ver el reloj.

Muestra de obra


*Las curiosas variedades del desastre


Mi profesión es la carne.
Con esto digo las piernas, los muslos, las rodillas, los talones,
todas las partes de los cuerpos digo, y también la carne digo…

Carmen Boullosa

A esta bestia también le encanta que le mientan

Charles Simic


I

Luego que mamá murió
me fui a vivir con la abuela.
La abuela era, sobre todo,
una mujer de negocios.

II

Todo lo que sé
la abuela me lo enseñó.
Hacer bien el trabajo
a cambio de unas monedas.

III

«Lo peor que puede suceder es que te golpeen,
si no obedeces» –decía mi abuela,
mientras me daba a beber un té
para evitar el embarazo.

IV

«La fertilidad en la mujer es como el pasto,
si lo vas podando desde ahora,
cuando crezcas
no tendrás necesidad de podarlo más».
Por eso es que soy estéril.

V

Algo es claro aquí: el amor es un país inhabitable.
Los hombres que tuvieron mi cuerpo en sus manos
nunca me hablaron del amor,
llegaban con ganas de estar aquí y no en casa:
Las monedas dicen lo que las palabras no.

VI

Mi manía de siempre mirar las manos.
El primer hombre en tenerme
fue el abuelo.
No recuerdo su rostro,
pero sí sus manos: ásperas y mugrosas,
subiendo por mis piernas
de nueve años.

VII

Mamá necesitaba tragos y tragos de mezcal
para apaciguar el cansancio de su cuerpo.
No fue capaz de criar a una niña como yo.
Y en mi ingenuidad,
tantas veces le pedí que me llevara a casa de la abuela.

VIII

Mamá no era alcohólica.
Me daba besos en la boca cuando yo era más pequeña.

He adquirido la manía de embriagarme,
como ella, pensando que así cederá el dolor
de algo que todavía desconozco.

IX

La última vez que vi a mamá
le dije que mi abuelo me golpeó
porque no quise acercarme a su cama.
A él se lo llevó la policía
por matar a un hombre en la calle.
No recuerdo su voz ni sus oscuras caricias.
Sólo mi dolor que él confundió con placer.
La última vez que vi a mamá,
supe que este sería mi destino.

X

Hoy, un hombre me dijo:
–“Veo mucha bondad en ti”–, cosa que yo desconozco.
–“¿Dónde aprendiste a hacerlo así?” –preguntó.
Yo no supe distinguir si estaba muy excitado,
o conoció a mi abuela.
Pero desde ese día un sueño me visita,
como cuando era niña,
quizá por eso recordé
cómo comenzó todo.

*Premio de Poesía Joven 2020

Cartografía de culpas

Todo es presagio. La luz es médula de sombra: van a morir
los insectos en las bujías del amanecer. Así
arden en mí los significados.
Antonio Gamoneda

Volveremos a los designios de la sal,
al océano que regresa con rabia y olvido.
José Carlos Becerra

I

La oscura mirada del hombre siempre es un enigma

(y también un cliché).

El viento es frío al contacto con la piel,

(el viento no es el aire, ni lo frío un sabor).

Cerrar los ojos para oler la niebla.

¿A qué sabe la intriga?


II

La voz de un hombre es alcohol nocturno:

fuego que se esparce, calienta, adormece y calma.

 Llueves en frases oscuras y lejanas.

Pronuncias el futuro en tu mueca de niño,

con la vara en mano, llamando por su nombre a las cosas, creyéndote Dios.

Te busco en mi piel y sólo está tu voz.

¿Cuál es tu nombre?

V

Tu cuerpo es un continente: cartografía de culpas.

Recuérdalo todo: como ebrios recordamos el camino a casa.

La ciudad: animal solitario, niño viejo,

siempre como respuesta al dolor.

La noche nos obligó a quedarnos inmóviles en la oscuridad. ¿Hoy logrará ser un recuerdo?